sábado, 4 de abril de 2015

Expresión e Interacción y Comprensión Orales y Escritas

El desarrollo de las destrezas orales y escritas tiene importancia en un aula de aprendizaje de español como lengua extranjera. El aspecto oral y el aspecto escrito de una lengua, parecen recibir distinto tratamiento, según la necesidad o importancia que les demos. En principio, el desarrollo natural de la lengua en sí partiría desde el testimonio directo de la realidad, nominando verbalmente los objetos o eventos que se están constatando; luego se verbalizarían realidades más abstractas. Por eso, la lengua nativa no es escrita al inicio, y el niño primero pasa por un proceso de fijación, de correspondencia entre el mundo fáctico y su expresión oral. Pasan algunos años para que adquiera -como si fuera un nuevo lenguaje- la capacidad de codificar el lenguaje oral que hasta ese momento estaba usando, e incrementar su bagaje con otros contenidos que seguirá conociendo. A esta última fase hemos denominado alfabetización.

¿Qué ocurre cuando una persona se embarca en el aprendizaje de otra lengua? Pues se encuentra con que ambas destrezas le son bombardeadas simultáneamente, a lo que él asiente pasivamente y casi muy de acuerdo con las innovadoras y artificiales formas de hacerle asimilar dicha lengua. Y pareciera extraño que ambas destrezas no fueran dominadas a la par, es decir, que algunos sean buenos conversadores y malos escritores o viceversa. Por lo común, los profesores de lenguas extranjeras ambicionan con llevar las dos destrezas paralelamente, como dos mitades complementarias de un “órgano” comunicativo que le va a dar inteligibilidad y coherencia al usuario huésped de esa lengua. Poco a poco, eso se va aprendiendo con todas las dificultades e imperfecciones previsibles; pero, si a ello le agregamos que estas destrezas no solo tienen que ser reconocidas sino también elaboradas, es decir, usadas por cuenta propia, entonces el aprendiz se percata de que su papel es de protagonista, que ha llegado la hora de que él empiece a crear una lengua aunque sea provisionalmente, a la que él mismo le confiera validez, funcionalidad y autenticidad. Ahora, está claro que el estudiante advierte que su aula es un ambiente artificial de uso de la lengua, que allá en algún lugar afuera él podrá certificar lo que ha aprendido con titubeos y que podrá foguearse con hablantes nativos, sin embargo, lo que en el aula hace, entre otras cosas, es precisar conscientemente la forma de sus expresiones, forma que en una interacción real descuida por estar imbuido en los avatares de la transacción con otros hablantes.

Ahora, quiero decir que en las aulas de español como lengua extranjera, al menos en los niveles iniciales, habría que dar importancia al principio a la lengua oral, al punto de establecer esa dependencia con la lengua escrita lo más tarde posible. El problema burocrático-logístico que podríamos encontrar los profesores es en la exigencia particular de reportar las actividades didácticas a través de ejercitaciones y pruebas y exámenes y tests, con el fin de llevar el control de la evolución del aprendizaje de los estudiantes. Y, por supuesto, la forma más condescendiente con ese requerimiento es el reporte escrito, de veras “la prueba” de cuánto ese estudiante se está apropiando de lo que le enseñas. Sin embargo, esto conlleva una deformación del aprendizaje que crea grandes “entendedores” mudos que no tienen una voz, están desprovistos de iniciativa, los cuales han ido construyendo en su subconsciente un modelo ideal de perfección que es intocable e inobjetable y que por ello les es mejor no decir nada para no arruinar esa imagen, ese status que nunca podrían alcanzar aunque lo tengan siempre a la vista en los hablantes nativos y en los libros y otros medios escritos hispanos.

Ahora, si se elige la opción “intelectual” de acercarlos a la lectura y a la comprensión pasiva de la lengua, en el futuro va a ser muy difícil quitarles esta inclinacion, pues habrán hallado una postura “rentable” de pseudo-comunicación en la que ellos no ponen en riesgo ni una fracción de su persona.

Una solución, si se la hace íntegramente, o paliativo si se la hace parcialmente, es la de acostumbrarlos en cada fase de su aprendizaje a la interacción, es decir, a poner la carne al asador. En otras palabras, aceptar la evolución de su aprendizaje viéndose en el espejo de su interlocutor, espejo en el que verán no solo sus errores sino la posibilidad de enmendarlos para siempre. Esto exige una disposición deliberada -por parte de sus pares- y, por parte suya, a actuar, a su vez, como espejo de ellos. Vemos, entonces, que aquí entran en juego otros factores como el de la socialización y la negociación, junto a otros valores personales que el estudiante tiene que hacer disponibles como parte de su proceso de maduración intelectual y personal. Este sí que ya es un ambiente menos alejado de un laboratorio y más cercano al mundo lingüístico que se pretendía simular.

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