sábado, 4 de abril de 2015

La literatura en el aula ELE

Tarea - Sesión 10 - Prof. María Nogues


Oigamos una Poesía

Siempre me ha suscitado enorme curiosidad lo que es la literatura, y creo que nunca se me va a pasar. La literatura es una pregunta que ha estado bullendo en mi cabeza. Me ha parecido verla como a un organismo que corre paralelamente a nosotros y que nos va a sobrevivir; para mí, ella es el resultado de que hayamos aprendido a comunicarnos en silencio, cuando nuestra alma concibe los signos que vemos escritos y que hemos aprendido a descifrar. ¿Por qué se dice que algunas personas son un libro abierto? ¿Por qué se llega así a la fácil conclusión de que no todas las almas humanas pueden ser ‘leídas’, y no nos percatamos de que quizás somos nosotros los iletrados, que no conocemos la forma de indagar en nuestros congéneres sus secretos más altos, que pudieran resplandecer en sus propios ojos?

Antes de que se inventaran y equiparan los aparatos encargados de certificar, propagandear y exagerar la importancia de algunos escritores o de minimizar la de otros, literatura habrá sido un momento de retiro sigiloso en el que un ser humano acalle las estridencias del mundo y encuentre un recinto aún más íntimo que la noche, donde dejar fluir, por la delicada tinta de su pluma, los efluvios que su alma no logra hacer proferir a su boca ni frente a los hombres de todos los días, ni a los oídos de las mujeres. Sin embargo, la reivindicación se plasma allí, en esos minutos que podrían equivaler a la eternidad, cuando palabras jamás pronunciadas por el paladar son liberadas con el tremor del pulso desde el incontenible corazón al cual, al menos el individuo que lo alberga, escucha. Entonces, todas la lenguas se unen, como en inaudito extático coro, para trazar letras que la discreta superficie blanca acoja, impregnándose las huellas dejadas por las grietas del dolor que desgarra a esa ánima, dolor inefable que, no los idiomas sino el verso puede traducir, esa lengua quebrada como por los sollozos que no pueden reprimirse o, al revés, como el júbilo hondo que, una copiosa dicha pugna por abrazar con sus inaprensibles olas a cualquier alma contrita que alcance, convidándole el pan dulce de esa fiesta. ¿Cómo no perennizar el gozo con palabras que serán las centellas que, desde el pasado, abrirán los caminos sombríos de nuestra vida?

Cuando hallamos los escritos de un hombre, entramos a su reino donde su casa, su jardín y su patio están construidos con palabras, donde a pesar de lo antiguo de sus cuitas y sus jolgorios, por esas palabras se nos reflejan frescos. Pasando sus senderos y sus pasillos, nos llega un perfume que nos transporta a un lugar más allá de las palabras, en un tiempo cuya fecha parece haberse perdido, donde caminamos sin más rumbo que el marcado por la brújula de esas palabras, e ignoramos por qué aquella experiencia que ha llevado a su autor a escribirlas en hojas, nos está siendo encomendada. Y quisieras decir lo que sientes, pero te queda solo el convencimiento de que, aunque fuera un sueño, así como lo sientes tendrías que contarlo, no para que te crean sino para que compartan contigo ese mismo sentimiento.

Algunas veces, en relación a la literatura, les he preguntado a mis alumnos ¿para qué uno escribe, si para recordar lo que uno ha sentido o cree saber, o para olvidárnoslo y desembarazarnos de ello? Luego de varias discusiones, la pregunta seguía siempre sin respuesta y, más bien, parecía haber creado un vacío mayor que el del inicio. Pero, tal vez la forma más asequible de abordarlo sea desde la perspectiva de quien lee lo que otro ha escrito, para constatar las repercusiones acaecidas en ese lector. Entonces sí que la cuestión se vuelve más manejable, tanto que nos permite racionalizar, esquematizar y encasillar las ideas de los poetas, poniéndoles etiquetas imborrables para hacernos creer de que sabemos lo que significa aquello que está dentro de cada casilla, contenido en cada libro. Así que, lo que nos acostumbran a hacer, en vez de abrir cada casilla y palpar los raros pétalos de sus flores, es a hacer un recorrido apresurado por los pasillos plagados de filas innumerables de casillas que exhiben nombres grandilocuentes, que clasifican a autores, géneros, épocas y naciones.

Quienes, en razón de nuestro oficio o por interés personal, hemos tenido ocasión de acercarnos al meollo de la literatura, quienes nos hemos asomado al borde del cráter del volcán donde borbotan ígneas las palabras que se plasman en las hojas de papel, nos encontramos en la situación particular de dar testimonio de lo que vemos a quienes nada han visto, o a quienes inclusive carecen de la idea de que las palabras pudieran haber sido usadas como joyas, flores, hadas encantadoras o como hálito sagrado.

Es ahora el momento de discernir sobre cómo desvelamos noticia de esa fuente inagotable de riqueza, la poesía, a los alumnos. Los profesores tendríamos la oportunidad de poner en sus manos textos que despierten su sensibilidad, y dejar que ellos descubran que esa sensibilidad es compartida por todas las personas que hayan bebido de la misma agua, y que sigan saciándose y compartiendo sensaciones, emociones y sentimientos similares, germinados en el corazón del poeta que habló por sus versos, haciendo perdurar su voz hasta llegar a nuestros oídos, los cuales impedirán su ocultación.
Aquí, propongo una discreta caminata, a paso sosegado, por algunos de esos versos que en castellano han discurrido sobre los sentimientos más profundos. Para empezar, supondré que mis alumnos han tenido cierta experiencia de lectura de poesía a través del programa escolar, y que pertenecen a la escuela superior en Italia. Al inicio de la actividad, el sonido de la poesía jugará un papel fundamental para llamar la atención de los estudiantes; por lo tanto, el profesor podría leerles una poesía y, luego, les pediría que la vuelvan a leer en silencio, para dilucidar los términos no que no hayan comprendido, dejando las estructuras y figuras literarias sin desvelárselas para que ellos mismos, con la máxima libertad, atribuyan el significado que les suscita y externalicen las emociones que esos versos les provocan. En esta fase, hay que tener en cuenta que, cuando cada estudiante, está revelando sus emociones, sus compañeros deberían observar la máxima disposición a escuchar y comprender a su compañero. Esto les hará tomar conciencia de dos aspectos: primero, que todas las personas sentimos algo cuando nos acercamos lo suficiente al contenido de la poesía y, segundo, que dichos sentimientos no son exactamente los mismos en dichas personas. Ahora, esta ocasión es propicia para hacerles ver de que cada uno de nosotros tenemos una identidad emocional y de valores que es específica y que, a pesar de las diferencias de identidad entre una y otra persona, ese encuentro entre ellas presupone, para una convivencia armónica, una actitud de permeabilidad frente a lo nuevo y, por qué no, de aprecio de las cualidades del otro. Lo particular de esta dinámica de interacción de puesta en común es que las sensaciones afloran gracias a la riqueza de la poesía. Esta riqueza y heterogeneidad estriba en que la poesía, gracias a las conexiones de sus palabras que aluden a un singular significado, interpreta sentimientos que son comunes a todos los individuos. Además, podemos constatar que, cuanto más intensa es una poesía, mayor profundidad y variedad de emociones ocasiona en sus lectores.

Frente a la contundencia de una poesía y por su belleza que a veces nos obnubila, parecería pretencioso osar acercarnos a ella desde el lado de su creación, sobretodo si los estudiantes manejan el español como lengua extranjera.

Nos encontraríamos, por tanto, frente a una disyuntiva: por un lado, la posibilidad de incentivarles a la creación de una poesía; por otro, hacerles escribir un texto en prosa sobre algún aspecto relacionado con el argumento de la poesía leída. Propondría en este ejercicio, escribir un texto en prosa referido a la misma emoción provocada por dicha poesía. El texto se podría referir a una experiencia tenida por el estudiante. Luego de la narración escrita, se podría hacer la misma actividad que se hizo con la poesía, es decir, se comentaría en voz alta sobre la experiencia. Aquí, nuevamente, quisiera acotar que, a partir de la escritura de un texto, y con su eventual exposición, el estudiante nos abre las puertas de su interioridad; pero puede ocurrir que haya alumnos que no estén dispuestos a expresarse en voz alta, que hayan sellado el recuerdo de sus experiencias contra cualquier intromisión. En ese caso, se trabajaría en base a las intervenciones de los más dispuestos, aprovechando de sus textos para hacer participar a los otros, mediante comentarios, puntos de vista, y apreciaciones. El uso de la segunda lengua podría dificultar la expresión plena de aquellos estudiantes que quieran decir mucho y en matizados detalles; para ello, sería conveniente que el docente moderase el ritmo de expresión y de interacción, para mantenerlo lo suficientemente lento como para encontrar los términos precisos que describan tal emoción o tal detalle. Se podrá observar que hay aspectos de la expresión de las emociones que los estudiantes no han exteriorizado ni siquiera en su propia lengua, por ello es imprescindible que haya el mayor respeto y una actitud de identificación por parte de la clase para con el alumno que esté participando. Durante las intervenciones existe el riesgo de caer en trivialidades que, a mi entender, podrían deberse a una débil cimentación de la fase de presentación y en el trabajo oral con la poesía, dado que la buena poesía con seguridad hace brotar sentimientos genuinos en sus lectores atentos.  

He optado por no mostrar a los alumnos algún material audiovisual, con el objeto de no sacarlos del estado de contemplación que alcanzarían cuando profundizan cosas que tienen que ver con su persona, en el sentido más prístino de la palabra. Como ya dije, la poesía debería ser leída en voz alta únicamente por el profesor. He oído decir -o quizás lo he leído- que el entendimiento entra por el oído, aunque lo visto por los ojos difícilmente se olvida; pero lo que pretendo alcanzar con la compartición de los valores de la poesía es que la experiencia de su lectura no se quede solo en la memoria sino que se intente llegar a ámbitos que sobrepasan la racionalidad. En ello, un ejemplo peculiar encontramos en la lengua inglesa, donde “aprender de memoria” se puede decir literalmente to learn by memory o también to learn by heart, es decir, asimilar algo muy profundamente -aunque en la lengua hablada esta última connotación se haya perdido. El corazón de cada ser humano es como el eje alrededor del cual, para él, gira todo el universo. Por eso, en un aula, los profesores no podemos dejar de considerar que una actividad sobre literatura no sólo les informa de un tema nuevo, sino que les ofrece la auténtica ocasión de formarse, en el secreto de sus corazones o colectivamente.

La siguiente es la poesía que pondría como sustrato de toda la elaboración didáctica en la clase de literatura:





          AMOR

    No has muerto, no.
         Renaces,
con las auroras, en cada primavera.
    Como la vida, tienes
tus hojas secas;
tienes tu nieve, como
la vida…
      Mas tu tierra,
amor, está sembrada
de profundas promesas,
que han de cumplirse aun en el mismo
olvido.
   ¡En vano es que no quieras!
    La brisa dulce torna, un día, al alma;
una noche de estrellas,
bajas, amor, a los sentidos,
casto como la vez primera.
    ¡Pues eres puro, eres
eterno! A tu presencia,
vuelven por el azul, en blanco bando,
tiernas palomas que creímos muertas…
Abres la sola flor con nuevas hojas…
Doras la inmortal luz con lenguas nuevas…
    ¡Eres eterno, amor,
como la primavera!



Juan Ramón Jiménez



Propuesta de esquema para la enseñanza:

Nivel :  Liceo superior, B1-B2

Edades :  17 a 18 años

  1. El profesor lee la poesía en voz alta; los alumnos escuchan sin leer.
  2. Los alumnos leen la poesía en silencio.
  3. Se aclara el léxico desconocido, no las frases ni figuras literarias.
  4. Expresión de emociones suscitadas en cada estudiante; adición de léxico requerido.
  5. Composición de texto en prosa sobre las sensaciones que trajo la poesía.
  6. Explicación de cada estudiante de lo que escribió y diálogo de la clase con él.
  7. Introducción de eventual léxico requerido durante la conversación.
  8. Tarea para la casa, escritura de un texto con puesta en común de las ideas tratadas.



Nota: Esta tarea no excluye otras actividades complementarias ni otros medios multimediales, pero sugeriría que se hicieran en un momento distinto para no perder la concentración ni el objetivo del trabajo.

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